El pasado viernes disfruté de una tarde de celebración. Todos los que llegamos al final de una larga y dura etapa de estudios nos graduábamos. Hubo de todo: risas, aplausos, momentos incómodos pero sobre todo, momentos emotivos.
Han sido cuatro años magníficos. He conocido a grandes amigos y me he cruzado con grandes profesores. No voy a incidir en aspectos negativos, primero porque para mí han sido pocos, y segundo porque creo que una vez pasados no merece la pena recordarlos. Cuando piense en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid quiero acordarme de esas largas horas en las clases de composición con mis compañeros, en los nervios de los estrenos, en los refrigerios de después, en las risas con los compañeros en la cafetería y de lo acogida que me he sentido siempre por alumnos, profesores y por el personal del centro. Sigue leyendo